AMIGO MANOEL...

Posted by Publicadas por NINO

SUEÑO CUMPLIDO, VER A NACIONAL EN VIVO...

Fue el sábado (24) cuando Sergio, un amigo mío de acá, me provocó. “No vas a Belo Horizonte para ver el partido, Manoel?”, dijo. No podría. El presupuesto familiar ya se había ido y faltaba todavía una semana para finalizar el mes. Pero me quedé con las ganas. Nunca había visto a Nacional en la cancha. Aquello ardía en mí. Al fin y al cabo, cualquier otra ciudad con un club grande de Brasil quedaba más lejos que Belo Horizonte (750 km de acá).

El domingo, los billetes aéreos. Observé los precios. Había sido mi cumpleaños días antes y mis padres dijeron que me los darían. Sorpresa tremenda, porque mi padre gran parte de su vida fue militar (del Ejército Brasilero) y nunca le gustó que uno de sus hijos fuera hincha de un cuadro uruguayo. Vimos los mejores horarios: yo saldría de mi oficina directo al aeropuerto y al regresar el día siguiente tendría que irme del aeropuerto directo a la oficina.

El lunes, la entrada. Había visto los precios, pero el sitio web de Cruzeiro decía que la venta terminaba cuatro horas antes del partido. Era una dificultad, porque yo llegaría a Belo Horizonte a la falta de menos de tres horas. Escribí a los amigos de Decano.com, pensando que ellos podrían levantar con alguien la información sobre la venta de entradas para parciales tricolores. Ya era la mitad de la tarde cuando me dijeron que lo de la entrada estaba arreglado, que hablaron con Enríquez y él me entraría. Mis manos temblaban, sudaban y se quedaron frías.

El martes conseguí una reserva en el hotel Ouro Minas. Para el miércoles dejé los últimos temas, como decidir si llevaba o no laptop, si iba del aeropuerto al hotel o si lo hacía directamente al estadio, si lo haría en ómnibus o en taxi, qué llevaría (una mochila con ropa para ir a la oficina el día siguiente, unas copias de mi historia de hincha, una bandera de Nacional – de 30 x 50 cm más o menos, grabador, camera etc).

Capítulo aparte para Roberta, mi esposa. Ella nunca le da bola al fútbol, aunque se dice de Gremio. Pero ella me pidió para mandar un e-mail diciendo cómo se hace para ver el partido por Internet (porque yo veo al Bolso de esta manera) y que lo encaminara también a su padre (hincha de Inter). Escribí lo que pude sobre rojadirecta.com y listo.

Y llegó el jueves (29). En la oficina puse la bandera sobre mi mesa. Yo era todo alegría. Partí al aeropuerto y llegué a Belo Horizonte a las 16:35 – media hora de atraso. Conseguí información en el aeropuerto y decidí que iba directo al estadio, porque viniendo del aeropuerto llegaría por el lado opuesto al de mayor movimiento. ¿Decisión acertada? No sé, me permitió ganar tiempo pero la camisa y la corbata ya me tenían harto.

Esto se notó cuando me encontré con los dirigentes (un gracias enorme al amigo Diego que intermedió los contactos). Llegué con antecedencia, y para mi sorpresa todavía se vendían entradas. Si yo lo supiera, no hubiera molestado la gente de Decano.com ni a los dirigentes. Una falta de experiencia de mi parte, porque nunca había ido a canchas fuera de Brasilia, ni a partidos de Libertadores ni nada parecido (en los partidos de mi ciudad poca gente va a las canchas).

Una vez que el encuentro con los dirigentes ya estaba arreglado, decidí esperarles, respetando todo lo hecho anteriormente. El que me ingresó en el estadio se llamaba Héctor. Yo sabía que el vicepresidente viajaba y creí que era él (porque no conocía su rostro), pero solamente después es que me fue presentado Olmos, juntamente con Enríquez y otros. Me saludaron alegremente, yo todavía estaba un poco tímido con la situación (todo era novedad) y no hablé mucho. Me gustaría haber hablado más.

Por un tiempo quedé junto con ellos, siguiendo a donde iban, incluso estuve al lado de los vestuarios. Los dirigentes me notaron cansado, además yo llevaba mi mochila (porque todavía no había pasado por el hotel), y ellos dijeron para sentarme en la tribuna, que después se acercarían. Y fui, pero después de esto nos perdimos. Desde donde vi el partido, era difícil ver la hinchada de Nacional (que se quedaba un poco más a la izquierda, y abajo de donde yo estaba (arriba, un poco a la derecha de la línea central). Traté de sacar una foto de sus banderas desde el mejor ángulo que pude – pero era un ángulo pobre.

El estadio estaba precioso, bonito tablero, dos grandes pantallas. Y butacas por todos lados, excepto en un talud abajo que daba la vuelta en la cancha (creo que no estaba habilitado) y en una parte detrás de unos tableros, que había quedado con la vista perjudicada. En todo lo demás, sillas – incluso en las populares. Qué alegría verlo. En las canchas brasileras a veces se destruye sillas para tirarlas al campo. Es agradable ver que los hinchas de Cruzeiro y Atlético Mineiro tienen madurez para conservar las acomodaciones de que disfrutan. No todo está perdido en Brasil. (En Brasilia apenas los sectores más caros tienen sillas)

Pero bueno… fui a la tribuna, estaba al lado de la camera de TV. Pero había cruzeirenses de todos lados. Me senté en la segunda línea (la primera totalmente vacía) y armé una camera con su soporte. Ella me complicó un poco porque nunca conseguí hacer funcionar el flash (las fotos de mí mismo quedaron oscuras), sin embargo el zoom funcionaba de maravilla. Pero la camera demoraba para ponerse a punto y pronto supe que sería inútil querer sacar ciertas fotos del partido.

Camera preparada, saqué mi bandera. Aun estaba tímido como para agitarla, pero la tenía allí a mi lado. No demoró mucho y algunos hinchas empezaron a hablarme, por ser hincha de Nacional. Todo muy respetuoso. De hecho, “perdí” la foto del momento en lo que los jugadores posan como equipo porque le estaba contando al hincha al lado las hazañas (un aplauso, señores) del volante que tranca con la cabeza.

Aquí hago una pausa. Belo Horizonte tiene fama de ser una ciudad con muchas mujeres lindas. En este sentido, lo que vi en la tribuna estuvo espectacular. Yo no conocía la ciudad, nunca había estado allí, pero justifica la fama que tiene. Claro, mi Roberta (que es “gaúcha”) es la mujer más linda del mundo, pero no puedo dejar de reconocer que las mineiras son de llenar los ojos.

Empieza el partido y una lluvia amenaza con caer sobre el Mineirão. Por suerte fueron apenas algunas grandes gotas. Luego todo se disipó y hasta la luna apareció linda.

Pero un error defensivo permitió el primer gol de Cruzeiro. Festeja el estadio y canta. Un minuto después, empiezo yo a flamear mi bandera, como para decir que Nacional está presente y que los bolsilludos alientan no apenas cuando ganan. Y cuanto más ellos cantaban, más yo agitaba la bandera. Pero la realidad en la cancha no ayudaba: terminamos el primer tiempo 3 a 0.

Me escribe un SMS mi esposa. “No te quedes triste mi dulce. Te amo”. Increíble: ella estaba viendo el partido. ¡Y por Internet! Y soportando con paciencia las posibles caídas que algunos canales tienen. Yo le escribo de vuelta en portugués, con copia para Diego, el amigo de siempre que me ayudó con los contactos. En Minas Lavalleja él recibe lo que escribo desde Minas Gerais: “Tranquilo mi dulce (ojo, el dulce es mi esposa y no Diego jajajaja). Un resultado así es casi eliminación. Pero estoy feliz por estar aquí”.

En la salida del primer tiempo algunos hinchas me hablaban, otros me miraban como pensando “pobre”. Otros pasaban con ganas de reir – uno lo hizo, y yo le reí de vuelta. Hubo aun unos que dijeron cosas como “tu defensa es malísima”, “tu entrenador habló demasiado”. Pero también hubo muchas reacciones de respeto – el mismo respeto con que traté a todos.

Este respeto no dejó de sorprenderme. Porque cerca de mí había hinchas bastante calentones, que gritaban de todo (especialmente contra el árbitro y algunos jugadores de Nacional) y no conseguían pasar más que cinco minutos sin pronunciar tres palabras en el contexto de cualquier frase: “filho da puta”. Pero conmigo no. Fue todo tranquilo.

Vino el segundo tiempo, un contragolpe mortal, Viruta la tiene, Fabio la defiende… un gol importante que perdimos mientras toda la gente a mi lado gritaba contra el árbitro. Pero en seguida (en la cancha no me pareció tan poco tiempo) vino el gol tricolor, por Mario Regueiro. Yo me puse de pie, festejé moviendo los brazos y agitando mi bandera, grité el gol. Y a mi alrededor, silencio. Y respeto total a mi festejo. Luego me senté, sin que nadie me dijera una palabra. (Sí, hinchas rivales pueden convivir pacíficamente sin que se divida la Olímpica) Y por SMS, mi esposa me escribe un “Viva!”.

Un tipo a mi lado cuenta una anécdota de cuando él se fue a otro estadio para ver un partido de un equipo chico de su tierra. Él era el único hincha de su cuadro presente. Y apuntando a mí, dijo: “E hice lo mismo lo que él está haciendo, decidí gritar, ‘torcer’ y festejar”.

Acevedo saca a Matute e ingresa al 18. Yo me quedé perdido: ¿quien era el 18? La pantalla del estadio no confirma. El 18 alineó con los defensas. Demoré un poco a darme cuenta de que era Godoy.

El partido sigue tibio, los hinchas de Cruzeiro pierden la paciencia, gritan, putean. “Esta hinchada no canta ni jodiendo”, grita uno a mi lado. “Hay que marcar más goles”, “Adilson está conforme”, además de la lluvia de insultos a la madre de algunas personas en la cancha – que es la misma madre de todos los políticos del mundo.

Antes del final, varios hinchas ya se marchaban. Baldassi pita, 3-1, terminó. Algunos de los azules vienen a saludarme. Incluso me río con uno que me dice “suerte para la revancha” – sin darse cuenta que la “suerte” para los tricolores significaría algo malo para los rivales cruzeirenses.

Guardo mis cosas y escribo un mensaje en portugués: “Perdimos. Pero la alegría es mía y la amargura es de ellos”. En Minas Lavalleja, parientes y amigos manyas baboseaban a Diego con el resultado. Pero cuando él recibió este mensaje, pronto lo mostró a los demás. De todas maneras yo estaba en la cancha, y esto era alegría suficiente. Además, el día siguiente seguimos siendo Nacional. ¿Y ellos?

Subo a las cabinas de radio, donde me encuentro con la gente de la Imparcial (nota: solamente en Uruguay una transmisión partidaria va por una radio llamada Imparcial). Me encuentro con Fernando, él me apunta la cabina correcta. Luego Javier me pone en el aire e incluso participo de la votación del mejor jugador tricolor del partido – mi voto fue para Rodrigo Muñoz, con una mención de honor a Diego Vera.

Aquí una pausa. Brasil es un país un poco más machista y los hombres no suelen saludarse con besos. A veces rompo esta “regla” no escrita besando a mi padre en público – es una forma de prestigiar quien mucho hizo por mí durante toda una vida. Desde el principio vi que con los uruguayos es diferente, que saludarse con un beso es normal. Demostración de madurez de un pueblo. A muchos saludé de esta manera aquella noche.

Fui al hotel, tomé una buena ducha (a esta altura ni yo aguantaba mi olor) y me preparé para recibir a los jugadores. Ellos llegaron con un evidente abatimiento. Me puse a saludarles. “Adelante”, fue lo que busqué decir a cada uno de ellos. Ferro era el primero, respondió con un gesto de manos el cariño de los hinchas. Algunos traían la termo para tomar su mate. Seguí saludando, pero algunos jugadores parecían querer que la tierra os tragara (casos de Coates, del Tata y algún otro). Fui un poco más “agresivo” en mi saludo, poniendo la mano en el hombro de algunos jugadores mientras daba la palabra de apoyo (casos del Tata y de OJ, los que recuerdo ahora).

Le pido una nota a Rodrigo Muñoz – pero yo, con el deseo de respetar el momento de los jugadores (al fin y al cabo ellos tendrían que cenar), la pedí para más tarde. Él dijo que sí. Pero no volví a encontrarle. En este entonces escucho una voz conocida y le digo al periodista “la voz es conocida pero el rostro no” y le pregunto el nombre. Creo que él pensó que yo estaba ironizándole, respondió “da Silveira” y trató de escaparme.

El tiempo pasa, observo un poco el hall del hotel, baja Eduardo Acevedo y le pido una nota. Él acepta, pero antes habla para el Toto. Una nota larga, y cuando la terminan, él estaba casi saliendo cuando me ve sentado, se acuerda de lo prometido y vamos a una mesa. Pese al evidente cansancio (por la nota larga y por lo adelantado de la hora) y a la bronca por el resultado adverso, amablemente me atiende (grande persona).

Me presento como un hincha brasilero de Nacional, le entrego una copia escrita de mi historia de hincha. Digo que soy periodista de profesión y le entrego mi tarjeta del Consejo Federal de Economía, donde trabajo. Y entonces le cuento que a veces escribo para Decano.com y que la nota era para este sitio.

Yo deseaba hacer una nota amena, pero el partido de la noche era tema inescapable. Sin embargo, hablamos agradablemente de otros temas. Yo me creía loco porque cuando era soltero a veces veía seis partidos de fútbol en un domingo. Hay días en los que Acevedo ve ocho o diez partidos. Con audio, sin audio, con replays, etc. Él habló además sobre el Nacional del Apertura, pero con el grabador desligado, y lo dicho “en off” queda apenas para nosotros, sin publicarse.

Escuchamos unos cánticos y bombos, supe después que era la barra de Nacional que, por problemas con la policía en São Paulo, no pudo llegar a tiempo al Mineirão. Varios días de viaje, ilusión, cansancio, decepción por no estar en la cancha. Y seguían festejando la alegría de ser tricolores. Esto es Nacional.

Cuando termino la nota con Acevedo se acerca un amigo con quien tuve algunos contactos por e-mail y por Decano.com. “Vos sos Manoel de Decano, yo soy Nino”. Un gustoso abrazo y comenzamos a conversar.

Pero antes, observamos un lindo gesto. Una pareja que había venido con la barra (y que tenía una nena de tres meses) se quedó en el hall del hotel. Cristian Nuñez bajó al hall para dar su apoyo y un poco de cariño. Cuando vi al Pichón con la nena, pedí el permiso para sacar una foto. Otra vez… Esto es Nacional! La pareja venía cansada por el viaje y todo lo que comenté antes; y Nuñez venía cansado por el partido, por el mal resultado y por lo adelantado de la hora. Y aun así se tomó un tiempo para este gesto, para hablarles, para ver lo mejor que podría hacer por ellos.

Con Nino conversamos sobre un montón de cosas. Sobre mi historia de hincha, obviamente, sobre trabajo, familia, recuerdos de partidos – hasta grabé una nota con él – y sobre lo que vivimos esta noche. Él viajó en avión desde Montevideo, una noche sin dormir, y volvería a Montevideo con otra noche sin dormir. Él la tiene muy clara con los valores humanos, con que el fútbol es un deporte, con la Cultura Nacional. Espectacular persona. No sin razón la charla se metió noche adentro, hasta que llegó su hora de partir – a las cuatro de la mañana.

Uno a uno, algunas personas empezaron a acercarse y participar de nuestra charla. A cada nuevo integrante, Nino decía: “¿vos lees a Decano.com? Éste es Manoel Castanho”. Y así encontré el cariño de gente a quien yo no conocía, pero que me leía y que incluso recordaba con cariño algún texto mío.

A esta hora volví a encontrar Daniel Enríquez y pude darle un regalo que había traído para él, una camiseta con tema de Brasil. ¿Y por qué para él? Porque fue la persona que dialogó con Decano.com sobre el tema de mi entrada. Y le di otra para que se la entregara a Ricardo Alarcón, quién también me había brindado su apoyo y con quien tuve un bastante agradable encuentro el año pasado.

A las 4:40 de la mañana yo estaba en mi habitación tomando un guaraná, pensando que podría desayunar a las cinco y pronto ir al aeropuerto. Pero a las cinco yo estaba medio adormecido y me perdí el vuelo de vuelta para Brasilia, lo que, además de enfurecerme, me obligó a pagar una diferencia por el nuevo vuelo, a las 9 de la mañana (el anterior partía a las 7). Era el cuerpo cobrándome el cansancio por una noche bastante bien aprovechada – porque nunca sabemos cuándo la vida dará otra oportunidad de encontrar amigos así.

Mi esposa – que debería buscarme en el aeropuerto - me escribió un SMS: “No te pierdas la alegría de esta noche. Todo coopera con los que aman a Dios”. Esta era la idea: quedarme con lo lindo que viví en Belo Horizonte, en el viaje, con los dirigentes, en la cancha, en la radio, en el hotel. Esto es Nacional. ¿Y sabes qué? Sospecho que Roberta también lo siente…

Mano Castanho



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