"Esto fue un cachetazo que me dio el de arriba, y no sé por qué"

Tiene 38 puntos en la cabeza y aún se le notan las secuelas del golpe en el rostro. Tras una semana de internación volvió a su casa y está feliz por ello. Ha recibido muchísimo cariño. El sólo hecho de pensar en toda la gente que fue a la Asociación Española lo emociona. Lo llamaron muchos jugadores con los que no tiene amistad, entre ellos varios de Peñarol: Pacheco, Alcoba y Bajter. Se crearon grupos de apoyo en facebook. Y le escribieron madres contándole que es ejemplo para sus hijos. Aún no encuentra una explicación, pero tanto amor le da fuerzas para seguir.

SILVIA PÉREZ

- Cuantas cosas pasaron en una semana, ¿verdad?

- Sí, fue el miércoles pasado, pero me parece que hubiera sido ayer. Todavía estoy shockeado. Soy una persona que me gusta encontrarle lógica a todo. Para mí todo pasa por algo, nada es casual. Y a esto no le encuentro explicación. Fue un cachetazo. Lo siento como un cachetazo que me dio el de arriba. No sé por qué. No creo que sea por casualidad que me haya pasado esto. Por ahora, estoy tratando de salir del shock.

- Me decía que lo que más le cuesta son las mañanas.

- Durante el día la paso bastante bien, viene mucha gente, hablo con muchos amigos. Pero cuando me duermo y me despierto al otro día tengo que volver a enfrentarme con lo que me pasó. Tengo que volver a asumir la realidad. No lo puedo creer. No puedo creer ni que estemos haciendo una nota así.

- Entiendo, pero lo principal es que ya está bien y en casa.

- Sí, estoy feliz por estar acá. Estoy vivo. Hay muchos que me dicen que me voy a perder el clásico y la verdad no me importa el clásico ni un poquito. Ya tendré unos cuantos más por delante. Gracias a Dios estoy vivo. Al principio sentía una gran bronca. Hacia la vida y hacia el de arriba. Hacia el Señor también porque no podía entender por qué me había pasado a mí.

- ¿Eso fue en el sanatorio?

- Sí, cuando tomé consciencia de lo que me había pasado sentí una bronca enorme. Porque si hubiera estado haciendo las cosas mal, pero yo siempre trato de hacerlas bien y nunca le hice mal a nadie. Igual creo que va a ser una enseñanza grande y que va a marcar un antes y un después.

-Aunque se haya enojado con Dios, seguramente su fe lo va a ayudar a salir fortalecido.

- Esto me hizo dudar de mis creencias. Siempre sentí como si el de arriba me manejaba la vida. Que estaba entregado a ese poder divino y que iba a salir todo redondo y bien. Siempre tengo fe y soy muy positivo, pero esto me pegó fuerte. Pero vino... y por algo vino. Sé que me va a hacer crecer como persona y espiritualmente. Me va a dar fuerza.

- ¿Lo que pudo haber pasado es lo que lo atormenta?

- Sí, te contaba que el médico me dijo que había sido cuestión de horas. Que si hubieran demorado en llevarme capaz que no estábamos acá conversando. O capaz que yo estaba de otra manera. Volví a nacer. Tengo que estar feliz porque estoy vivo. En el fútbol es común que uno se presione mucho, me pasa a mí y a mis compañeros. Te hacés mal inconscientemente y no disfrutás. Yo pasé por una situación límite. Estuve al borde de la muerte, capaz que ahora me tomo las cosas de otra manera.

- ¿Pensó en buscar ayuda psicológica?

- Ya estaba yendo al psicólogo. Hubo un momento, hace como un año, en que quise ir por la carrera, por el fútbol. Porque la cabeza influye mucho. Todavía no he vuelto pero sé que me va a ayudar a entender.

- ¿Ya piensa en el momento de volver a las canchas?

- A mí me gusta trazarme objetivos y cumplirlos. Tengo muchas metas y sueño con ellas, pero ahora la principal, la que más quiero cumplir es volver a jugar. Ese va a ser un gol divino. El mejor gol va a ser cuando vuelva y me demuestre a mí mismo que pude levantarme de esto. ¡Espero ansiosamente ese momento!

Frente al semáforo se le apagaron las luces "OJ metió una pelota y salté a cabecear. Después no me acuerdo de nada hasta que vi que mis compañeros me rodeaban. Caminé hasta el vestuario donde Mathías Cardacio me hacía preguntas para ver si estaba bien. Me bañé solo y cuando Walter Ferreira me llevaba para el sanatorio tuve una convulsión. De eso sólo recuerdo que estábamos en un semáforo, pero se me apagaron las luces. De ahí en más me acuerdo de algunas cosas y de otras no. Me veo en la sala de operaciones con esas enormes luces y que el médico me acercaba una máscara anaranjada. Le saqué el brazo y le dije si me iba a operar por un golpe. Cuando desperté de la anestesia y me llevaban en la camilla estaban todos mis compañeros y yo les agradecía porque hubieran ido. Por suerte no me vi en el espejo cuando tenía la cabeza toda hinchada y el ojo completamente cerrado", contó Mathías que hoy irá a Los Céspedes.


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